El tradicional mate de las mañanas se vuelve más placentero si es acompañado de una buena chipa amasada.
Sobre la ruta provincial Nº 17, el parador de Augusto no solo deleita a las personas del pueblo, sino que también a turistas, colectiveros y camioneros que tras un largo viaje deciden estacionarse y disfrutar de las delicias que ofrece en su puesto.
Nacido y criado en Nueve de julio, a los veinte años viaja a la provincia de Buenos Aires donde comienza a trabajar en un restaurante italiano como lava copas, a partir de allí se empieza a interiorizar en el ámbito de la cocina aunque aún no la practicaba. Más tarde comenzó a trabajar de mozo, lo que lo llevó a tener más contacto con las personas y aprender a tratar con ellas. Luego se fue a la costa donde trabajaba con dos chef que le enseñaron lo hoy que sabe.
Cuando decide volver a Misiones acompañado de su ex mujer y sus hijos, lo hace convencido de querer tener su propio lugar para poner en práctica lo aprendido en sus años trabajando afuera. Ya en su pueblo natal, Augusto empieza a buscar un sitio donde hacerlo, así fue que hace once años aproximadamente, vio un espacio que le llamó la atención enseguida y supo que ese sería el puesto que lo llevaría a donde hoy está.
Se acercó a la municipalidad a pedir permiso para hacerlo, ya con el consentimiento de las autoridades y con la ayuda de una de sus hermanas, instaló una pequeña carpa, una parrilla, consiguió cuatro bolsas de carbón, una mesita, una pava y se aventuró a cumplir sus sueños. “Esa mañana para un camionero, baja aplaudiendo y me dice –acá vas a surgir-” comenta Augusto, para las doce del mediodía ya no tenía nada.
Así con el paso del tiempo y arduo trabajo, consiguió construir un lugar visiblemente mejor, además adquirió otro puesto en Victoria en cual trabajaba uno de sus hijos. Cuando pensó en un lugar para poder trabajar más cómodo, se lo propuso a uno de sus hermanos que sabía mucho de gastronomía y este le dijo que si, lastimosamente el mismo fallece, lo que lleva a postergar nuevamente el proyecto.
Mientras tanto siguió invirtiendo y poniendo el alma en su pequeño lugar al costado del camino, con la ayuda de Ángel, otro de sus hermanos, quien el mes pasado cayó en una profunda depresión, la cual le costó la vida, convirtiéndose justamente en “el ángel” a quien hoy le dedica su éxito..
La pandemia no fue su única preocupación en estos últimos meses, un día se encontró con la desagradable sorpresa de que le habían quemado su lugar de trabajo. Gracias a la ayuda de diferentes entidades políticas, vecinos, amigos y su actual pareja, Augusto logra reconstruir lo que dañaron y renovar las fuerzas para seguir haciendo lo que ama.
Hoy, después de años de intentarlo, Augusto aconseja a quienes tienen un sueño que no se desanimen, que no dejen de intentar, que siempre va a ver una segunda o tercera vez si en la primera no sale, tal vez a él le ayudo un poco la suerte, pero que no hay que tirarse atrás, el no ya lo tenemos pero si insistimos, podemos lograrlo, hay momentos que no hay ganas pero que hay que seguir.
Cinco y treinta de la mañana, agua caliente para el mate cocido y el aceite en el fuego indican el inicio de una nueva jornada laboral, fiel compañero de la gente que sale a trabajar temprano, espera con una sonrisa mientras sus clientes comienzan a llegar. Fuente: Analia Gauler